HISTORIAS DE UN HOMBRE DECONSTRUIDO

lunes, 5 de septiembre de 2011

NO ME IMPORTA SI CAGAS CUADROS DE LA MONA LISA


Ernesto Sábato, escritor argentino fallecido este mismo año, escribió: «El artista es “el único” por excelencia, es el loco que gracias a su demencia, a su incapacidad de adaptación, a su rebeldía, ha conservado los atributos más preciados del ser humano». El tema de la incapacidad de adaptación recuerda a Joyce y su célebre frase de «no puedo entrar en el orden social sino como vagabundo», pero dejaré aparcado este asunto, tocándolo hoy tangencialmente y quizás, sólo quizás, otro día lo retome más a fondo.

Bueno, quienes me conozcan un poco dirán que soy inconstante en mis empresas y dudarán de que lo haga. Por otro lado, quienes me conozcan un poco más dirán que según por donde me dé, dado que mi mano izquierda nunca sabe lo que hace la derecha… y mientras yo voy por la vida manco (lo cual, si ya de por sí es un inconveniente al sentarse a escribir, no les digo a la hora de parar a un taxi).

Pero, volviendo al párrafo de Sábato con el que abría este artículo, quisiera detenerme un momento en las últimas palabras del mismo: «…los atributos más preciados del ser humano». Tal vez reclamar para los artistas la exclusividad de éstos pueda parecer excesivo, pero en absoluto lo es el exigir a todo aquel que pretenda colgarse los galones (aun los de cabo primera) de artista, la voluntad suficiente como para tratar de salvaguardar esos atributos. Lamentablemente con demasiada frecuencia esto no sucede y muchos “artistas”, a la par que desarrollan unos egos superlativos, parecen olvidar las razones que un día los impulsaron, con paso torpe y pulso inseguro, aferrándose al teclado como quien agarra un arma por primera vez, a crear. Algunos de ellos, tan pagados de sí mismos como para rozar el delirio, se endiosan. Y esto pese a que, como también aseveró Sábato: «Un Dios no escribe novelas».

Pero borrar todo rastro de humildad no es lo peor que puede suceder. Aún peor es abandonar la rebeldía y ese toque de demencia sin los cuales se hace difícil crear algo que no sea un engendro calculado milimétricamente para encajar en lo comercial y lo políticamente correcto. Entendiendo, obviamente, “comercial” no tanto como económicamente rentable sino como mero producto de consumo rápido y fácil digestión; y siendo lo “políticamente correcto” un cáncer tan incrustado en el subconsciente colectivo que se antoja difícil su extracción sin verse obligado a amputar medio lóbulo temporal.

Y es que (y digo esto sin pretender entrar a defender la provocación por la provocación) un artista ha de ser políticamente incorrecto. Ha de ser quien no entienda de tabúes ni de normas, reglas o condiciones. Si no lo hace así, el menor de sus problemas será que su obra sea un subproducto descafeinado y correrá el riesgo de convertirse él mismo en un producto fácilmente asimilable y digerible; así funciona hoy el día el mundo: productos que venden productos, marcas que venden marcas… Y adquieren más fuerza que nunca las palabras de Bill Hicks:    

«Déjenme decirles algo, pueden ir tallándolo en piedra y jamás lo olviden: Cualquier artista que venda un producto por televisión está desde ese momento y para toda la eternidad expulsado del mundo artístico. No me importa si cagas cuadros de la Mona Lisa. Ya hiciste tu puta elección».

De un modo u otro, el artista ha de situarse al margen del sistema y los mercados para poder hablar con libertad tanto de uno como de los otros. Y no crean que por cobrar por un trabajo o tener una cuenta bancaria uno forma ya parte del sistema: afirmar esto sería como aseverar que uno forma parte de la fauna marina sólo porque en agosto remojó sus lorzas en el Mar Menor. Otra cosa es hablar de nuestro dinero; ese sí está ligado al sistema, pero cosificar al hombre hasta el punto de reducirlo a la mera esencia (y existencia) de su cuenta corriente, me parece un despropósito. Como despropósito es que un artista se venda.

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  Dementes, locos, inadaptados y al margen de todo… vagabundos al modo de Joyce.

¡Y cuánta falta nos hacen!